27 septiembre 2009

una vez al año


Los preparativos, la producción, el plan de viaje nos predispone ante cada feria de manera diferente, por la experiencia personal, por el mayor o menor placer que nos da concurrir a determinado lugar, por saber de antemano si tendremos un alojamiento cómodo, por simpatizar o no con los organizadores, en fin una serie de factores nos hace sentir entusiasmo o mero compromiso.
Sin embargo dentro del bagaje que llevamos rumbo a esos días de feria la expectativa por encontrarnos con algún compañero en especial, ocupa un lugar de privilegio dentro de nuestro corazón.
Y si, a veces diferentes cuestiones nos hacen seleccionar cada vez con más cuidado las ferias a las cuales concurrimos. Por el motivo que sea en realidad no siempre somos exactamente los mismos, de manera que con muchos compañeros nos encontramos más veces que con otros y a esos otros en algunos casos los vemos solamente una vez al año, y no por pocos que sean nuestros encuentros menos es la alegría de verlos,
Primero son caras conocidas, familiarmente aprendidas de verlas cada tanto, después en el transcurrir del tiempo, nos cruzamos en un saludo y finalmente nos hacemos amigos. Conocemos su historia, valoramos su oficio y en el intercambio de números telefónicos prometemos vanamente seguir en contacto, pero no lo hacemos,m el regreso a nuestro ritmo nos roba el tiempo y las ganas de hacer ese llamado.
Y al año siguiente cenamos juntos, nos compartimos unos mates y nos visitamos inevitablemente en nuestros respectivos stand. El espíritu de cada feria es diferente pero nosotros nos emocionamos siempre por las mismas cosas y nos vamos conociendo y nos vamos relajando cada vez más. El tiempo transcurre y de repente han pasado años, algunos se han dejado la barba a otros se les ha caído el pelo, algunos tienen hijos, otros se divorcian, algunos pierden el humor, otros están cada vez mas locos, un poco de cada cosa nos pasa a todos, en distintos momentos en diferente medida.
Quizás es que nuestro trabajo es tan solitario a veces que necesitamos confirmarnos en nuestro par, en ese otro que vive parecido a nosotros, que le pasan casi las mismas cosas y que nos refleja en esa cara cansada del viaje, en esa cara feliz por una buena venta, en esa cara de furia cuando la gente pregunta estupideces, en esa cara de amigo con el que nos hemos elegido entre tantos.
Son muchas las razones por las que nos emocionamos al encontrarnos, y por las que nos gusta buscarnos y hacernos compañía durante esos días, y sabemos además que al otro le está pasando lo mismo y al otro lo mismo con otro compañero.
Y así nos vamos pasando la vida, la vida! Abrazándonos una vez al año.

el mejor lugar del mundo


Hay un lugar en la casa, que nos espera siempre, a veces es una habitación, a veces un rincón, a veces un garage, a veces un galponcito.

No importa donde uno pueda montarlo, no importa si es grande o es chico. No importa cuanta comodidad tenga, nuestro taller, es el mejor lugar del mundo

Afuera, está el ruido de los autos, el ruido de la gente, afuera están los problemas,

las facturas que pagar, los desamores, las decisiones urgentes, las despedidas, la vida...

Cuando cerramos la puerta, nuestro taller es el paraíso, es deseo, es idea, motivación, seguridad, contemplación, es la otra vida...

La pieza nunca terminada, la pieza que recién se empieza, la pieza que jamás será hecha.

Nuestras herramientas nos pertenecen, o mejor, les pertenecemos,

cada una sabe como la usaremos, como la cuidaremos, como la romperemos.

Nuestra silla nos soporta durante horas, mientras pensamos, mientras esperamos se nos caiga alguna buena idea.

Casi como la hoja en blanco para quien escribe, así está nuestro taller hasta que entramos, prendemos la luz, acomodamos el mate, sintonizamos la radio, saludamos al gato y cumplimos con los rituales del día.

Hay un lugar en la casa que nos espera siempre, que nos conoce, que nos perdona, que nos entiende, que nos abraza, el mejor lugar del mundo cuando la vida de afuera nos da sacudones.